Por desgracia, no hemos tenido tiempos fáciles en materia económica en lo que llevamos de siglo XXI. Por un lado, nos llevamos un golpe bastante interesante en el periodo comprendido entre el año 2007 y el 2015 con la llegada de una crisis económica que se equiparó en muchas ocasiones a la del crack de 1929, la peor crisis del siglo XX y que fue una de las causas de la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, y cuando nos habíamos recuperado de los efectos de esa primera crisis, tuvimos que hacer frente al coronavirus, que hizo que de un día para otro nos encontráramos en una situación nueva y llena de incertidumbres.
¿Qué ha provocado este tipo de situaciones? Que en los medios de comunicación o en conversaciones con nuestros conocidos se hayan instalado conceptos como el de “concurso de acreedores”, que va a ser el protagonista de los párrafos que vais a leer a continuación.
Se trata de una de las situaciones más complicadas por las que pasa una entidad que tiene problemas de dinero, una situación tristemente habitual en cualquiera de los dos momentos a los que hemos hecho referencia al comenzar este artículo. Si echamos un vistazo a la definición que hace el Diccionario Panhispánico de Español Jurídico, perteneciente a la RAE, este proceso judicial persigue la satisfacción de los acreedores en un caso en el que el deudor lo sea ante un abanico de ellos y esté en un proceso de insolvencia, una situación ante la que puede actuar con la cesión de sus bienes patrimoniales.
Se trata de una situación que, como seguro que habéis pensado mientras leíais el párrafo anterior, se ha producido bastante en España en los últimos años. La verdad es que la caída de la economía en ese 2007 fue tal que empresas de todos los sectores se quedaron en un estado bastante complicado, viéndose obligadas primero a meterse en un concurso de acreedores y después a cerrar. Ese es el motivo por el cual hay mucha gente que suele considerar que el concurso es el paso previo a la disolución, pero no hay nada más lejos de la realidad. De hecho, el concurso se plantea para todo lo contrario, para poder continuar trabajando y esperar tiempos mejores.
Que los concursos de acreedores se hayan colado en los titulares de los periódicos y las noticias de televisión responde a uno de los grandes problemas que han tenido las empresas españolas en los últimos tiempos: la falta de liquidez. Se trata de un asunto que ha afectado sobre todo a las empresas más débiles, a las pymes, que por otro lado son las más importantes puesto que generan más puestos de trabajo que las grandes corporaciones a nivel general.
Una noticia publicada en el diario El País puso cifras a una cuestión como esta en 2022. Y no son nada buenas. El número de empresas en concurso de acreedores en ese momento había crecido en España en un 26%. Y ojo, porque las previsiones apuntaban hacia un crecimiento en el agravamiento de esta situación. En total, eran más de 9.000 las empresas que se encontraban en esta situación en España en ese instante.
¿Cómo es posible salir de una situación como esta?
Lo primero que ha de tenerse en cuenta para salir de una situación en la que existe una falta de liquidez o problemas para pagar es siempre convocar el concurso de acreedores. Es como cuando tienes esa enfermedad o un problema concreto: si no lo reconoces primero, no vas a ser capaz de solucionarlo. A través de este concurso, se van a explorar las distintas propuestas de viabilidad económica y se podrá llegar a acuerdos de refinanciación. De este modo, es posible que se pueda ver la luz al final del túnel.
Hay muchos ejemplos de empresas que han pasado por una situación como esa y que han salido reforzadas. El fin no es el concurso de acreedores. Está claro que no es la situación ideal, pero hay maneras de seguir hacia delante y mantener la esperanza en nuestro negocio, en nuestra idea. De hecho, si las cosas se hacen correctamente durante el concurso y se exploran todas las opciones ligadas a la viabilidad económica del negocio, las posibilidades de tener éxito y salir de una situación como esta será mucho más que posible.
En mi caso, conozco algún pequeño negocio que dependía indirectamente de un sector como la construcción y que se vio obligado a entrar en concurso de acreedores con la crisis. La solución de sus dirigentes fue dejar el asunto en manos de SCG International Law y estudiar maneras de garantizar la viabilidad económica de su negocio. Solamente os diré que esos negocios continúan existiendo a día de hoy y que han podido superar la tan complicada situación económica en la que se vieron envueltos en su día.
Una situación por la que han pasado incluso equipos de fútbol
Para los que seáis más futboleros, seguro que el concepto de concurso de acreedores os suena bastante. No en vano, ha sido algo habitual en bastantes clubes deportivos de nuestro país, especialmente entre equipos de fútbol de primer nivel.
- Uno de los primeros en hacerlo fue la Unión Deportiva Las Palmas, que pasó por una situación así después de un paso por Primera división y que ha salido bien de aquella situación puesto que, después del concurso de acreedores, ha podido regresar a la máxima categoría del fútbol estatal en dos etapas diferentes. La reducción de su deuda fue de 45 millones de euros, partiendo de 66 millones de euros y llegando a los 21. No está nada mal.
- El Sporting de Gijón también pasó por un situación similar, siendo capaz de reducir la deuda desde los 51 millones hasta los 30.
- La Real Sociedad, un equipo que ahora se encuentra saneado y que incluso compite de manera asidua en los niveles europeos, también se tuvo que acoger a un concurso de acreedores cuando descendió a Segunda división en 2007.
- Otros clubes como Zaragoza, Betis, Rayo Vallecano o Celta de Vigo, que son históricos de nuestro fútbol, también se han visto abocados a una situación como la que estamos describiendo.
Seguro que nos estamos dejando a otros muchos en el tintero. Entrar en concurso de acreedores es algo que se ha convertido en habitual en el mundo del deporte, no solo en el del fútbol. Al ser un entorno en el que unas veces nos encontramos viviendo una especie de Edad de Oro y en otras estamos sumidos en la máxima de las desgracias, es lógico que situaciones como las que estamos descubriendo se puedan dar.
De lo que no cabe duda es de que una situación así se nos puede presentar a todos con independencia del negocio que estemos intentando sacar adelante. No seremos los primeros ni tampoco los últimos que tengan que hacer uso del concurso de acreedores en el seno de su empresa para buscar la salida a una situación complicada y en la que estemos contra las cuerdas. Ya habéis visto, en los ejemplos de los clubes de fútbol mencionados más arriba, que la reducción de la deuda puede ser más que considerable.
Ningún sector ni ningún tamaño de empresa queda al margen de lo que estamos comentando. Cualquier empresa puede encontrar situaciones que le obliguen a meterse en un concurso de acreedores. La verdad es que se trata de un momento en el que se debe mantener la cabeza fría y en el que hay que saber cómo proceder. En caso de no contar con ayuda, sí que podemos tener problemas de una gravedad importante. Y, como es lógico, nadie quiere que su empresa, esa en la que tanto tiempo ha invertido a lo largo de los años, se vea envuelta en esa situación.
Estamos seguros de que en España va a seguir habiendo momentos en los que la situación económica va a seguir provocando problemas en las empresas y que afecten directamente a su liquidez. Por tanto, el concurso de acreedores va a seguir siendo un concepto que nos vamos a seguir encontrando en las noticias de los medios de comunicación y en conversaciones que mantengamos a lo largo de nuestra vida con gente de nuestro entorno. Es algo inevitable y que a buen seguro va a resultarnos muy familiar en algún momento del futuro.
No es nada fácil tener una empresa y estar al corriente de todo lo que necesita para seguir adelante. Una vez, alguien me dijo: “tener una empresa es como tener un hijo más”. Y es una afirmación tan real como la vida misma. Nos hace sentir angustia en algún momento, pero también nos llena de orgullo en muchas otras situaciones. La comparación, si la analizamos de cerca, es muy buena y la verdad es que no puede ser más acertada. A fin de cuentas, hablamos de algo que forma parte de nosotros, de nuestro ADN, de nuestra vida diaria.