Desde el descubrimiento de la vida microbiana y las bacterias, la limpieza ha sido una de las obsesiones de la sociedad civilizada. La higiene es por tanto la primera y una de las principales medidas profilácticas para la prevención de enfermedades, tanto más en un contexto contemporáneo en el que, a medida que los medicamentos se han convertido en una moneda corriente y universal.
Para el combate de afecciones físicas, las distintas patologías han ido evolucionando y mutando de forma paralela para desarrollar una capacidad expansiva, un poder de inmunidad y una resistencia mayor contra estos mismos remedios farmacéuticos -¿quién no recuerda acaso los recientes brotes de pánico causados por las alertas acerca de una posible pandemia de gripe aviar?
En este contexto, cobra especial relevancia el tema de la higiene colectiva, es decir, el control a nivel público de la contaminación, los focos de enfermedad y contagio y la suciedad. A través de un sinfín de normativas y ordenanzas, vigiladas por medio de inspecciones regulares y la correspondiente atribución de multas y penas en caso de posibles quebrantamientos, el Estado regulan los estándares de limpieza deseables tanto en lo que respecta a la propiedad pública como a la privada, ya sea con el fin de abordar, por ejemplo, la cuestión de emplazamientos y actividades destinadas a desempeñar un servicio de cara a la ciudadanía o, simplemente, en lo que se refiere a establecimientos de hostelería, edificios de uso colectivo, empresas de limpieza, hospitales, garajes, talleres, comunidades de vecinos, etcétera, que cuenten con seres humanos, en calidad de habitantes o trabajadores, a tiempo completo o parcial, entre los usuarios de sus instalaciones.
La importancia de un buen detergente
Así las cosas, el problema de la limpieza en el caso del sector industrial no es ya una cuestión de imagen o de política empresarial, sino un asunto prioritario e imprescindible codificado por la ley. La adquisición de detergentes industriales de calidad de Nurmay es por tanto un factor a tener en cuenta a la hora de elaborar los presupuestos de la empresa y al que se le debe asignar una partida propia dentro del apartado destinado a la limpieza general. Una correcta aplicación de detergentes permite alcanzar los objetivos de salubridad y asepsia requeridos desde los agentes sanitarios estatales e, incluso, deseables para el embellecimiento de las instalaciones, dado que los detergentes ácidos son una herramienta implacable para acabar con las manchas químicas y biológicas incrustadas en materiales comunes pero de difícil limpieza como el cemento y el hormigón.
Por su parte, los desengrasantes industriales también juegan un papel relevante en cuanto a los procesos de higienización a gran escala, tanto para la eliminación de manchas superficiales como de desperdicios derivados de la actividad económica de la empresa, nido de bacterias y plagas, elemento asociado al incremento del riesgo laboral –fugas de lubricantes y aceites, escapes de material- y responsable de la corrosión y el desperfecto de las instalaciones o cuestiones un tanto menores en importancia, como la aparición de malos olores.
Los desengrasantes son productos de origen natural o químico especializados en la erradicación de sustancias grasas –es decir, de difícil eliminación-, como el aceite y el petróleo. Mediante su acción activa, diluyen y expulsan los concentrados grasos, evitan su acumulación y previenen la corrosión de los metales asociada a ellos.
Control de plagas
No menor en importancia es el control de la aparición de indeseables agentes biológicos, las plagas, desencadenantes de deterioros sanitarios y laborales de primerísima magnitud. El hábitat urbano e industrial se ha convertido en un ecosistema en sí mismo que, aunque poblado principalmente por el ser humano, también cuenta entre sus componentes biológicos algunas especies animales que pueden suponer un perjuicio para la integridad física del hombre. Entre los más habituales focos pestíferos de este ambiente urbanita destacan, sobre todo a causa de su inmensa populosidad, la incidencia de las comunidades de ratas, palomas y diversos insectos, en especial las cucarachas.
Las ratas, por ejemplo, consideradas núcleo de propagación de enfermedades e infecciones diversas a lo largo de la historia –aquí la cúspide de su infamia la serviría en bandeja su decisiva influencia en la difusión global de la peste negra en el año 1348-, suponen un invitado indeseable dentro de cualquier espacio de convivencia de orden público o privado. Su presencia -ya sea en forma de mordeduras, pelaje, restos de heces, orina o vómito, o por los parásitos a ellas asociadas-, es un vehículo idóneo para la transmisión de enfermedades como el tifus, la leptoespirosis o la coriomeningitis linfocítica. Entre ellos, algunos pueden resultar morales, en el caso del hantavirus, el cual es susceptible de derivar en infecciones pulmonares fácilmente confundibles con procesos gripales y que, sin el debido tratamiento médico, puede ocasionar hasta el fallecimiento del afectado.
Las palomas, por su parte, pueden actuar como punto de paso para más de cuarenta tipos de enfermedades, entre las que se encuentran la criptococosis, la histoplasmosis, la colibacilosis y la salmonelosis, entre otras. Son agentes de transmisión directa, a causa del polvo de excrementos que desprenden sus plumas durante el vuelo, o, de igual modo que los roedores, como portadoras de especies de parásitos tales como las garrapatas y los piojos.
En el caso de las cucarachas -de cuya resistencia da cuenta que se trate de uno de los escasos seres vivos que pueda subsistir durante semanas sin cabeza, que porte sustancias medicinales en sus propias extremidades o que sea resistente a la radioactividad en caso de un holocausto nuclear- son un orden de insectos que se dividen en más de tres millares de especies distintas, reflejo de su excelente capacidad de adaptación a cualquier clase de entorno; especialmente a aquellos como cocinas o plantas de trabajo industrial que poseen unas condiciones de humedad, calor y fuentes de nutrición del todo favorables a sus apetencias. Su particular metabolismo, su incontinencia reproductiva y su rápido desarrollo morfológico hacen posible que de cada pareja de cucarachas puedan surgir otros 30.000 nuevos ejemplares en el plazo de un año. Estos animales son una de las más importantes causas de la aparición de alergias en seres humanos. Sus heces y sus depósitos de huevos u ootecas pueden desencadenar diagnósticos de rinitis, dermatitis o, de manera más habitual, de asma, especialmente grave en entornos transitados de forma cotidiana por menores.
En estos tres casos, conviene adoptar medidas antisépticas elementales como evitar la creación de un contexto habitacional confortable y accesible para las especies invasoras –supervisión del entorno, limpieza de restos y depósitos de comidas expuestos, vigilancia de puntos de retención de aguas, no emplear el inodoro como cubo de desperdicios, cerrar firmemente los contenedores de basura…-. En lo que respecta al sector industrial y empresarial, aparte de estos fundamentos básicos, entidades especializadas en el ámbito de la sanidad ambiental como Control Plag, a cargo del control de plagas en Almería desde 1994, recomiendan también el uso de remedios de probada eficacia como los dispensadores de olores -indicados para establecimientos de hostelería por su indiscreción y pulcritud-, insectocutores de trampas adhesivas –artefactos que atraen a los insectos con luz ultravioleta hacia unas láminas adhesivas, invisibles para el cliente y de sencilla renovación periódica- y otros métodos como los geles y lacas insecticidas, los insecticidas emulsionables, los raticidas y rodenticidas y los desinfectantes.
Respeto por el medioambiente
Sin embargo, ha de tenerse en cuenta al mismo tiempo el impacto medioambiental de estos productos de limpieza y control de plagas. Recientes estudios científicos advierten del aumento de sustancias químicas tóxicas en el cuerpo humano, algunas de ellas procedentes de bienes de uso frecuente. Claro indicador de esta problemática son los casos de sensibilidad química múltiple –enfermedad de origen desconocido que produce reacciones anómalas ante el contacto con materiales químicos sintéticos- son cada vez más comunes, así como los casos de malformaciones en el feto, infertilidad, reacciones alérgicas crónicas…. Los niños, los ancianos y las mujeres embarazadas son por supuesto la principal población de riesgo.
De ahí la importancia de la materia prima en la composición de los agentes de limpieza industrial. En este sentido, la presencia de un sello que indique su condición de producto biodegradable –o lo que es lo mismo, que puede ser disuelto de manera natural y en un corto plazo de tiempo por la acción de agentes biológicos como plantas, animales o microorganismos bacterianos sin dejar residuos contaminantes-, es un caballo ganador.