Trabajar con cerámica no es nada sencillo. Para hacerlo es necesario demostrar una gran vocación y adquirir la práctica y los conocimientos necesarios, algo que no está en manos de todo el mundo. Trabajar con un material así implica ser todo un artesano curtido en mil batallas y capaz de darle sentido a los productos que configura al mismo tiempo que no deja lugar a ninguna imperfección.
Suele decirse que un oficio así no se puede aprender, que tiene que estar inmerso en los genes de una persona. La afirmación no es del todo cierta. Aunque es verdad que se requiere de un cierto tacto para llevar a efecto proyectos con cerámica, también es real que se pueden educar y mejorar nuestras facultades si contamos con la ayuda de los mejores profesionales en la materia.
Confieso que soy uno de esos grandes amantes de la cerámica. Desde pequeño me ha gustado trabajar con ella de manera completamente ociosa, sin ánimo de lucro y, por supuesto, con el único objetivo de disfrutar de mi tiempo libre. Hasta que hace dos años cumplí veinte y empecé a pensar que tenía que labrarme un futuro para ganar dinero y conseguir mi independencia personal.
Lo primero que pensé fue, evidentemente, en montar mi propio negocio. Un negocio en el que me dedicara a crear productos con cerámica (baldosas, celosías…) que tuvieran una utilidad para todo el mundo y que me permitieran disfrutar de lo que más me gusta pero ganando dinero por ello. O lo que era lo mismo: andaba persiguiendo el sueño que siempre había tenido desde que era un adolescente.
Pero el sueño se convirtió, en primera instancia, en pesadilla. Nada más comenzar a trabajar descubrí que era sumamente complicado realizar alguno de los productos que mis clientes me solicitaban. Y es que trabajar con cerámica no es solo crear jarrones o baldosas. Existen productos que requieren de una elaboración mucho más trabajosa y complicada. Y que me los pidieran me estaba suponiendo un auténtico problema del que debía salir cuanto antes.
La red me dio la solución para salir del bache
Decidí que tenía que encontrar a alguien que me ayudara a aprender más sobre la elaboración de los productos que guardaban relación con la cerámica. Por eso, me lancé a recopilar información en la red y, casualmente, di con una página web que me llamó mucho la atención. Era www.ceramicaparaarquitectura.com. Hice clic sobre su dirección web y, navegando por ella, vi con mis propios ojos la que iba a ser mi solución: un taller en el que aprender acerca del material que y trabajaba.
Quise obtener información y desde la misma entidad me comentaron que el taller se trataba de un curso en el que predominaba la práctica sobre la teoría y se trataba de dar sentido a la elaboración de todo tipo de productos. Además, cursarlo me permitiría conocer un amplio abanico de materiales y sistemas de producción que, a buen seguro, desconocía por completo. Encantado, solicité la admisión y me la concedieron.
Durante las semanas que estuve cursando el taller aprendí una cantidad de cosas excepcional. Se me otorgó la posibilidad de adquirir varias presentaciones en PDF que eran de una gran utilidad para nuestro trabajo y, además, contaba con el asesoramiento de auténticos profesionales en la materia. Estaba aprendiendo de los mejores y eso comenzaba a notarse. Mis elaboraciones comenzaban a ser más consistentes a pesar de su dificultad.
Antes de finalizar, los encargados de organizar el taller nos dieron la posibilidad de hacer networking a través del cual permanecer permanentemente informados en la materia así como crear vínculos y contactos en el negocio de la cerámica. Algo que, desde luego, siempre es una condición indispensable para conseguir un futuro.
He reabierto mi taller y, con toda la experiencia adquirida, las cosas funcionan de otra manera. Soy capaz de, al fin, crear una buena gama de productos que llama la atención de mis clientes y que me permite ganarme un dinero que, como decía más arriba, es el que forja mi independencia. A esto, en el oficio que siempre he querido, yo lo llamo felicidad.