El arte es medicina para el espíritu, podemos admirar una obra de arte durante horas, sin tener la noción de que el tiempo pasa, descubriendo cada vez algo nuevo, matices, detalles, intenciones, personajes, objetos, miradas… Es imposible ver todo lo que hay en una exposición –no en un Museo!- en dos horas. Los encargados de preparar las exposiciones lo hacen de tal manera que podamos disfrutar al máximo de cada cuadro, con recorridos lógicos y medidos en tiempo y en espacio, con atención a la luz, al aforo, a las fechas, y también a la exposición en sí, el artista en cuestión. Las exposiciones temporales representan un enorme trabajo, por el traslado en sí de las obras, la seguridad con que debe llevarse a cabo, los transportes especiales adaptados a estos objetos de arte tan sensibles. Y una vez en el museo o lugar de exposición, la manipulación tan cuidadosa y siguiendo estrictos protocolos, de las obras, objetos valiosísimos y muy sensibles a todos los elementos externos.